Con-troll y sincericidio: cómo sobrevivir el ataque de un troll corporativo


Hace algunos años me entrevistó el Director Europeo de RRHH de una gran multinacional, al hilo de un proceso de selección para la dirección de RRHH en España. Tras la tercera entrevista me convocaron a una reunión con el máximo responsable de la filial española, en la que el directivo me informó en tono amenazador y sin rodeos que cualquier dato que llegara a la central sin pasar por él, me traería las peores consecuencias. Tras una hora advirtiéndome con ejemplos lo inoperantes y absurdos que eran los directivos europeos de su compañía, se despidió alabando su sinceridad, una virtud por la que todos le deberían estar agradecidos.

¿Os suena el modus operandi? Es muy frecuente y tiene nombre: sincericidio, o suicidio por la sinceridad. Se trata de una condición que hace que el sujeto muestre compulsiva tendencia a decir todo lo que se piensa y siente sin medir las consecuencias de ese dicho sobre los otros o lo que es peor, sobre sí mismo.


Dependiendo de la gravedad de su síntoma, los clasifico en sincericidas latentes y agudos. Los latentes no están desencadenados y aunque suelen ser muy negativos en su visión de la empresa, transmiten sus impresiones de forma discreta y a personas de su confianza, lo que los ayuda a mantenerse en el anonimato durante años, desparramando malas intenciones sin ser detectados. Entre un latente y un agudo suele haber siempre un suceso que provoca el desencadenamiento. Y una vez desatado el sincericidio agudo, el sujeto no pierde oportunidad de compartir sus sensaciones de frustración y resentimiento con todo aquel que se cruce en su camino y usando todos los canales de comunicación a su alcance, aún a riesgo de que ese dicho pueda ser causa de conflictos importantes con sus jefes, colegas, subordinados o clientes.


Cuando debato sobre cómo gestionar casos de sincericidio con colegas, la mayoría concluye que la solución es el despido. Y reconozco que en algunos casos no existe otra forma de actuación, pero también me pregunto: ¿si hubo un caso de sincericidio, no es posible pensar que hay caldo de cultivo en la organización para que se produzcan otros? ¿Es el nacimiento de un troll corporativo  un caso aislado, particular, que responde a la estructura de personalidad de un individuo determinado, o algo en la cultura facilita su aparición y reproducción? ¿Es neutralizable su discurso negativo, si mientras la empresa contrarresta los efectos de su palabra, le mantiene en plantilla?



He vivido muchos casos de sincericidio corporativo, de distinta intensidad y lo que tienen en común es que la carga de subjetividad es tan alta que se hace imposible formular recetas de gestión genéricas. Pero si tampoco podemos aplicar las técnicas de control de trolls externos, ¿qué hacer?

Estas son algunas de las técnicas que pueden ayudar a neutralizar un ataque de sincericidio agudo:

- Hablar inmediatamente con el sujeto, conocer el origen de su descontento y sus posibles vías de resolución (si existen…).

- Confrontarle con su dicho, y con las consecuencias del mismo.

- Explicarle lo que se espera de él en tanto miembro de nuestra organización, así como los comportamientos no tolerados por la empresa.

- Y finalmente, os dejo una frase que me ha servido para desarmar el argumento de la sinceridad que esgrimen las personas como el directivo que les presentaba al inicio de este post: no es lo mismo dar feedback que dar por feedback.

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